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Educación, una herida abierta en Bolivia

  • Foto del escritor: LaLlamaFinanciera
    LaLlamaFinanciera
  • 8 dic 2020
  • 4 Min. de lectura

Por: María Laura Torrico Ramos (columnista)


Al último mes de este turbulento año, en vísperas de la planeación y planteamiento de agenda para el 2021, es que resurge una de las cuestionantes vitales para todos los países del mundo: ¿Reabrir o no los centros educativos? De así hacerlo… ¿las clases serán presenciales, virtuales, o un híbrido entre ambas?


La educación es uno de los pilares más importantes de la sociedad. Tan crucial, que en algunos países del mundo, como en Estados Unidos y Francia, se retomaron las clases presenciales y semipresenciales aún con la todavía latente pandemia. En contraste, países como Bolivia, no solo suspendieron las clases desde marzo del presente año, sino incluso, se canceló el año escolar. Esto por razones como debilidades del sistema educativo que no permitieron a la nación continuar con las actividades educativas para más de un 80% de los niños bolivianos inscritos.


Según entidades como el Banco Mundial, se estima que debido al cierre de escuelas, aproximadamente 72 millones de niños en edad de asistir a la escuela primaria podrían verse afectados por la pobreza de aprendizaje; lo que quiere decir que un niño de 10 años no podría leer ni entender un texto sencillo. Esto ya era un problema para los países de ingresos medios y bajos, ya que anteriormente el 53% de los niños en edad de asistir a la escuela ya se encontraban bajo este umbral de pobreza. Ahora, esto podría incrementarse hasta un 63% según el último informe realizado por esta institución, además de generar una pérdida estimada en términos de ingreso futuro de 10 billones de dólares, aproximadamente, a los estudiantes de esta generación; dentro de lo que refiere al ingreso total estimado, es decir, el generado a lo largo de todas sus vidas.


La decisión de reabrir las escuelas debe equilibrar los riesgos de salud pública, la pérdida de tiempo de aprendizaje, la falta de acceso a alimentos nutritivos, incremento del peligro de ser víctimas de violencia, y el riesgo de un incremento en la deserción escolar. Para el caso de Bolivia, esta situación se complica aún más, no solo por el deficiente sistema educativo, sino también, por las carencias en las infraestructuras educativas y en el alcance de servicios básicos que se tiene, no solo en las instituciones, sino en los hogares promedio de las familias en Bolivia, como es el agua y el internet.


Bajo esta línea, es que dentro de las propuestas realizadas y compiladas en el último informe de esta materia por la UNESCO y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se hace énfasis a la provisión de las condiciones de bioseguridad en los centros educativos en orden de que estos puedan reabrirse. En este sentido, la provisión y acceso al agua, jabón, sanitizadores, termómetros, insumos de limpieza, y protección para el personal y niños, implica la aplicación de paquetes fiscales, e incremento en la inversión pública. Siendo Bolivia un país con muy poco espacio fiscal debido a la crisis sanitaria, esto incrementa la importancia de la educación en la agenda fiscal al momento de implementar las medidas de reactivación económica para la gestión siguiente.


Como otra de las medidas, se remarcó garantizar el pago puntual de los salarios y beneficios de los docentes; además de proveerlos con formación en educación a distancia, prácticas sanitarias y preventivas que, una vez más, dependen en gran medida del gasto público.


Otro punto que no se puede dejar de lado, es el acceso a recursos tecnológicos en los hogares. Se propuso medidas que aseguren el suministro de electricidad y conexión a internet, disminuyendo los costos de conectividad, e invirtiendo en infraestructura digital para las poblaciones marginadas, así como en los centros educativos. Esto implica priorizar, e incluso aumentar, la proporción del presupuesto nacional orientado a la educación, ya que según estimaciones de la CEPAL, en la región, el 46% de niñas y niños entre los 5 y 12 años viven en hogares que no tienen conexión a internet, es decir, 31 millones de niños aproximadamente; siendo Bolivia uno de los países que cuentan con un menor nivel de conexión, y encontrándose en el quintil más bajo, porque más del 90% de las niños y niños que viven en hogares más pobres, no tienen acceso a internet, y la media de los hogares en general que cuentan con acceso a internet es el 32.2%.


En términos de financiación, tomando en cuenta lo previamente mencionado y las características particulares con las que cuenta Bolivia en transferencias monetarias, como el Bono Juancito Pinto (el cual tiene por objetivo disminuir la tasa de abandono escolar al compensar la pérdida en el ingreso del hogar por el hecho de que el niño o joven estudie en lugar de trabajar), es que muchas de estas medidas se pretende sean financiadas, en gran medida, por créditos de organismos multilaterales, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, además de la reorientación de los gastos estatales en el presupuesto hacia la educación.


Se sostiene que los cambios estructurales en la educación y en estrategias de recuperación se necesitan en las economías latinoamericanas por las repercusiones que pueden tener a mediano y largo plazo. Bolivia necesita desesperadamente mayor atención en este aspecto sabiendo que es el único país en Sudamérica que canceló el año escolar, se expusieron debilidades profundas sobre la educación en el país y la inversión en esta, es una herida que ya lleva sangrando mucho tiempo y que necesita ser tratada con seriedad y rapidez en los meses a venir.


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