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Colombia y su polvo de la fortuna

  • Foto del escritor: LaLlamaFinanciera
    LaLlamaFinanciera
  • 23 feb 2021
  • 4 Min. de lectura


Por: María Laura Torrico Ramos (columnista)


Muchos países deben su fama a los productos que producen, a su comida, a sus playas y paisajes, sin embargo, algunos países dieron su salto a la fama por algunas personas o acontecimientos no tan positivos, como es el caso de Sudamérica. Países como Colombia y Bolivia le deben su fama al «oro blanco» o «diamante en polvo», y mucho más en los años 80, cuando en ambas regiones se tenían grandes personajes de la historia del narcotráfico —como Pablo Escobar y Roberto Suarez—.


Después de 40 años, ambas naciones aún le deben un porcentaje importante a esta industria ilícita en lo referente al Producto Interno Bruto. Generalmente, el impacto del narcotráfico se intenta cuantificar en contabilidad nacional, dentro de la cuenta de «errores y omisiones» en conjunto a otras prácticas o intercambios, como los ingresos del mercado informal y/o contrabando.


En el caso colombiano, el impacto es mucho mayor para su economía, ya que según estimaciones de las Oficinas de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el peso que tiene la venta de la cocaína sobre el PIB nacional está entre 1.8% y 2% según los datos hasta el año 2018, lo que refiere a un equivalente de 19.5 billones de pesos colombianos aproximadamente; mayor que el peso de otros productos como el café que significa el 0.8% del PIB colombiano. Además, Colombia se consolida como el primer productor mundial, ya que según datos de la Administración de Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos, aproximadamente el 89% de la cocaína confiscada en suelo estadounidense proviene de este país.


A pesar de la alianza estratégica que la nación colombiana ha tenido con Estados Unidos en materia de sustancias controladas y narcotráfico, estas aún no han demostrado mucha efectividad en la práctica, ya que a pesar del compromiso tanto del gobierno del ex presidente Santos como del actual presidente Duque, hasta el año 2019 se habían podido destruir más de 5000 laboratorios de cocaína en territorio colombiano y se estaba dando curso a los programas de fumigación con respecto a las plantaciones de coca.


No obstante, estudios realizados en el año 2015 por la Agencia Internacional de Investigación contra el Cáncer, señaló que el glifosato, ingrediente activo de estos sprays, los cuales son esparcidos mediante aviones, resulta tener características que aumentan la probabilidad de cáncer en los humanos. En este sentido, se pararon los aviones de manera inmediata, sin embargo, dejó a Colombia en la encrucijada nuevamente. Volviendo a las prácticas manuales las cuales son menos eficientes y mucho más peligrosas para la mano de obra que se dedica a esa labor, ya que los traficantes tienden a realizar represalias.


A pesar de todos estos esfuerzos, las plantaciones de coca han crecido entre el 2012 y 2017 en un 250% aproximadamente, ascendiendo a 171,000 hectáreas siendo el país con la mayor cantidad de hectáreas de plantaciones en el mundo. Hasta el 2019 estas se redujeron a 154,000 hectáreas, sin embargo, mantienen el primer lugar en el mundo. El costo social de la poca eficiencia de las fumigaciones es de magnitud en cuanto a los efectos negativos que agricultores expresaron en entrevistas, afirmando que los aviones también fumigaron plantaciones de maíz, cacao, bananas entre otros; además del gran costo que significaban estas fumigaciones por hectárea, ascendiendo a 57,000 dólares.


Ahora bien, el año 2020, por efectos de la pandemia, el narcotráfico también se vio afectado de manera negativa, ya que el comercio de este también se vio interrumpido por los cambios en las «supply chains» globales consecuencia de las cuarentenas, cierre de fronteras, y cese de transporte tanto aéreo, naval como terrestre, dificultando el camuflaje de estas actividades. Esto se vio a partir del segundo trimestre del año 2020, según las oficinas de Naciones Unidas contra las drogas y el Delito.


Se estima que debido a estos efectos, los líderes de la industria estaban dispuestos a aceptar una pérdida de entre 15% a 20% de las ganancias, sin embargo, las pérdidas generadas el año pasado sobrepasan dicho ratio, a pesar del flujo de pistas clandestinas y el hecho de la adopción de medidas de confinamiento mundiales, han tenido un efecto negativo contundente que se lo estimó a partir de las toneladas confiscadas y reducciones de producción de hoja de coca, lo cual a su vez, ha intensificado a los carteles que permanecen en dicha industria, ya que se tuvo que dispensar de las rutas tradicionales.


En el lado de la demanda, datos de países como Holanda reportan que el precio aumentó en el último año debido a la escasez, pasando de 25,000 euros el kilo a 32,000 euros. Es decir, para el «dealer de droga» es un escenario favorable, pero es frustrante para el productor de la misma.



Debido a la contracción de un 6.8% negativo del PIB colombiano en 2020, y teniendo en cuenta que se estima que la exportación de cocaína representa aproximadamente el 14% de las exportaciones totales, los efectos de la pandemia en términos de medidas de transporte han afectado de manera significativa a la economía colombiana, tanto desde la óptica ilícita como el comercio legal de bienes y servicios.


El tema del narcotráfico es todavía bastante debatido, en especial, en países latinoamericanos como Colombia y Bolivia, donde se podría decir que, de cierta manera, actúa como una suerte de «estabilizador» de la economía, como señalan algunos textos, así como fuente de grandes ingresos para el país. Por supuesto, también ha sido fuente de mucha violencia, muerte, daño ambiental y social, razón por la cual se busca la erradicación de esta industria, sin embargo, al momento de tomar las medidas pertinentes, no se puede dejar de tomar en cuenta los efectos positivos y negativos que esta trae consigo.




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