Desafiando los principios de organización industrial: Kirzner y Demsetz
- LaLlamaFinanciera
- 14 jul 2021
- 4 Min. de lectura

Por: Pablo Garcia Quint
Es muy raro escuchar hoy en día una concepción sobre organización industrial que no implique una regulación ad hoc en el cual un monopolio, o cualquier circunstancia que concentre un sector de la economía en una o pocas empresas, se empiece a formar. El énfasis que se le da a este enfoque trata de corregir situaciones que desequilibran el mercado con sanciones o prohibiciones para que nuevamente se vuelva a una situación de equilibrio. Sin embargo, debemos recordar que dicha concepción microeconómica fue cuestionada en los años 60 por los economistas Israel Kirzner y Harold Demsetz porque no necesariamente un desequilibrio necesita intervencionismo. Ambos economistas afirman que el énfasis no debería recaer en la estructura de mercado (en la que un desequilibrio es razón suficiente para mostrar que una intervención es necesaria), sino que debería centrarse en el dinamismo competitivo que las empresas tienen. ¿A qué se referían Kirzner y Demsetz con esto?
En el artículo de Peter Boettke y Rosolino Canela, “Harold Demsetz and Israel Kirzner Understood That Competition Regulates Markets”, se muestra como Kirzner y Demsetz articulan la rivalidad natural que existe en la conducta competitiva y el proceso de mercado. El dinamismo competitivo se refiere justamente a estas características. Boettke y Canela afirman que este enfoque “permite que los empresarios, en una economía de mercado, se den cuenta de las oportunidades de mutua ganancia a través del intercambio, para que así continuamente se descubran más ganancias a partir de la innovación y se pueda llegar a un sistema caracterizado por crecimiento económico y creación de riqueza”. La competencia permite que las potenciales ganancias estén sujetas a ofrecer un bien cada vez mejor, y para hacer esto la innovación tecnológica juega un rol importante.
Sin embargo, algunos objetarán que el empresario solo busca sus beneficios e intereses, por lo que la probabilidad que ofrezca un producto que llegue ser de muy mala calidad, necesario para algunos, es alta. La situación se agravaría si este llega a ser el único productor en el sector. Pero si esto fuese cierto, el sector no tendría ninguna mejora a través del tiempo, y por ende, tampoco tendría ningún progreso tecnológico. Por más codicioso que el empresario sea, ofrecer bienes de mejor calidad en el largo plazo se vuelve una prioridad, o de otra manera, la rivalidad natural que existe en la conducta de la competencia hará que otro empresario tome las riendas y saque provecho de la demanda mal atendida. Así, el proceso de mercado tendrá la característica de hacer progresar no solo a los empresarios, sino que a los consumidores también.
Pero todavía no se explica porque una regulación no funciona mejor que el mismo proceso de mercado. Uno puede preguntarse, ¿Cómo podemos estar seguros que las imperfecciones de mercado (externalidades, monopolios, y desviaciones del punto de equilibrio) no perjudiquen el equilibrio si no existe intervención alguna?
Es aquí donde Boettke y Canela muestran que ambos economistas (Kirzner y Demsetz) empiezan a diferir de las concepciones mainstream sobre los desequilibrios.
They demonstrated that deviations from the textbook notion of the ideal [equilibrium] does not necessarily prevent the price system from coordinating economic activity, but in fact depended on it, since such deviations from the ideal represented entrepreneurial profit opportunities, which fuels the tendency towards equilibrium.
Es decir, que los desequilibrios ya no estarían sujetos a correcciones a través de intervenciones por parte de un regulador, sino que estos desequilibrios muestran porciones del mercado que pueden ser mejoradas por los empresarios.
Es así, que el empresario puede aprovechar el desequilibrio para generar ganancias, como lo explicamos antes, si existe una demanda mal atendida o una demanda que no está siendo atendida. Sobre esto, Demsetz afirma que
’Si los rivales buscan mejores formas de satisfacer a los compradores o de producir un producto, y si uno o unos pocos tienen éxito en tales esfuerzos, es probable que la recompensa por sus esfuerzos empresariales sea algún poder de monopolio (a corto plazo) y esto puede estar asociado con un aumento de concentración industrial. Destruir ese poder cuando surge puede muy bien eliminar el incentivo para el progreso '.
Las formas tradicionales de las estructuras industriales subestiman el rol de las fuerzas competitivas y de la innovación empresarial, afirman Boettke y Canela.
La figura del empresario empieza a volverse fundamental para entender todo este proceso. De no tomar en cuenta al empresario como la figura principal en este proceso, Boettke y Canela afirman que “estamos atascados como analistas económicos del funcionamiento de la economía de mercado y de las dinámicas del crecimiento económico en una posición análoga a un crítico del teatro discutiendo Hamlet sin reconocer quien es el príncipe”.
De esta manera, vemos a los desequilibrios en las estructuras de mercado, no como situaciones en las que un regulador necesita intervenir, sino como situaciones en las que un empresario puede aprovechar para beneficiar a la sociedad cubriendo una demanda no satisfecha, y a sí mismo, consiguiendo ganancias por su innovación.
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