Deuda pública mundial en sus máximos históricos por el COVID
- LaLlamaFinanciera
- 23 nov 2020
- 2 Min. de lectura

Por: Marcelo Arteaga
Una de las estrategias más usadas por los países para hacer frente a la crisis económica originada por la crisis sanitaria, es el aumento del gasto público; apoyando así a los negocios y personas afectadas.
Según datos del Fondo Monetario Internacional, se estima que a nivel mundial se han gastado 12 billones de dólares para aliviar el efecto del COVID en las economías. A pesar de haber tenido una importante caída en los niveles de recaudación tributaria de los Estados, esto ha generado un efecto inédito; como lo caracterizan en el portal de noticias de la BBC news.
Este incremento del gasto público ha generado que la deuda pública alcance su máximo histórico, bordeando así casi al 100% del PIB mundial. Este «colchón» de soporte al coronavirus podría ser visto negativamente, no obstante, desde el FMI se recomendó mantener todavía estables los niveles de incentivos al sector empresarial, incentivos que se traducen en aplazamiento de impuestos, garantías de crédito, transferencias de efectivo, y subsidios salariales.
Es importante recalcar, que todas estas medidas son una respuesta necesaria para no estancar la economía a corto plazo; debido a que se debe asegurar la liquidez y el flujo monetario continuo en las economías, más aún, en la pequeña y mediana industria. En contraste, se encuentran las proyecciones de los Gobiernos, las cuales no son alentadoras para casi ningún país del mundo. Sin embargo, estos déficits presupuestarios podrían ser pasajeros, y este gasto podría traducirse a corto plazo en una respuesta al desempleo mundial.
Las tasas de interés que actualmente están bajas, son un aspecto clave para poner en práctica estas políticas de reactivación económica, puesto que generan incentivos para que los Gobiernos inyecten liquidez a la economía y, por lo tanto, se logre generar la dinámica monetaria en los países.
El gasto público fue una herramienta bastante bien aceptada después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la crisis económica azotaba al mundo y John Maynard Keynes propuso un modelo en el que el Estado se volvía más participativo; aunque, posteriormente, estas políticas fueron criticadas por sus efectos a largo plazo.
Estos niveles de deuda no son recomendables por ninguna organización, pero, a su vez, estas políticas han despertado el interés de los analistas económicos: El cómo la deuda pública puede ser un instrumento funcional siempre y cuando el dinero sea utilizado bien y los intereses adeudados sigan siendo relativamente bajos.
El país con la deuda pública más alta es Japón, que llega al 238% del PIB, y se calcula un crecimiento del 30% más. Le siguen Sudán y Grecia, con cifras por encima del 200%. Y completan la lista países como Líbano, Italia, Portugal, EE.UU., Singapur, Baréin, España, Mozambique, Bután, Angola, Francia, Chipre, y Bélgica.
Está claro que estos niveles de deuda no aprietan por igual a todos los países. Existen naciones en vías de desarrollo que no tienen economías dinamizadas y que dependen mucho de la cooperación internacional, y ahora, no contarán con el apoyo de las grandes economías para superar sus crisis internas.
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