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Devalúo, luego existo.

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    LaLlamaFinanciera
  • 3 nov 2020
  • 3 Min. de lectura

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Por: María Laura Torrico Ramos - Columnista


Devaluar, como cualquier decisión en política o en general, tiene su lado brillante y lado oscuro. En este caso, el final del arcoíris de una devaluación de la moneda, trae consigo “ceteris paribus” todo lo demás, un incremento en la competitividad de un país, sin embargo, la consecuencia negra de ésta, es un incremento de inflación muy acelerado.


En este sentido, este mes, se cumplen exactamente 9 años de la fijación del tipo de cambio de moneda local al nivel de 6.96 Bs/$US. El cual estaba orientado a la estabilidad de precios, por ende, se estaba anclando el nivel de inflación a este instrumento de política cambiaria, lo cual resultó en una inflación bastante controlada en la última década.


Ahora nos preguntamos: “devaluar o no devaluar, esa es la cuestión”. Para responder a esta pregunta, muchos economistas bolivianos se pronunciaron a favor o en contra, presentando diversos argumentos.


Primero algunos economistas, se pronunciaron a favor de la devaluación ya que esta no debería traer consigo una inflación descontrolada, ya que en primer lugar, Bolivia tiene la capacidad de mantener un exceso de oferta de productos alimentarios, en este sentido asegurarse la seguridad alimentaria, aun así en pandemia, es que esta producción del sector agroindustrial, logró abastecer a la población sin ningún brote de inflación, además que debido a este exceso de oferta es que se dio una reducción de estos mismos precios.


Sin embargo es necesario considerar también el hecho que si bien, este argumento presenta una especie de economía blindada para Bolivia frente a importación de alimentos al momento de una devaluación, otra de las razones por las cuales estos precios de alimentos cayeron en la crisis sanitaria, es debido a que los ingresos de las personas fueron fuertemente afectados, en este sentido las transacciones de la población se redujo, incluso en términos de alimentos, se limitaron a comprar lo justo y necesario, lo cual presiona los precios a la baja, a medida que los meses avanzaban frente a la pandemia.


Con respecto a lo previamente planteado, se decía que la medida para subsanar esta inflación sería el incremento de las tasas de interés, debido a sus respectivas relaciones, por la “regla de Fisher”, es decir se tendrían que mantener tasas de interés altas, inicialmente en una devaluación, ahora bien esto suena coherente económicamente, no obstante se debe considerar que Bolivia no transmite política económica vía tasa de interés, sino vía crédito bancario, además que afectar tasas de interés con este tipo de política podría ser contraproducente al momento de buscar una reactivación económica, ya que afectaría directamente el nivel de producción del país.


Haciendo hincapié al tema de reactivación económica, esta es una de las razones por las cuales otros economistas presentaron argumentos que establecen que en este momento de la economía boliviana la prioridad es la reactivación antes que una modificación del tipo de cambio, dado los efectos negativos de esta crisis sanitaria, se perdió al menos 350 mil empleos, en este sentido no solo nos encontraríamos con una oferta agregada contraída, sino que también, con una demanda de dinero contraída, lo cual podría desencadenar la tan temida inflación.


Esta demanda de dinero se vería afectada debido a que los ingresos de la población ya percibieron los efectos negativos de la pandemia y estos redujeron la demanda por motivo de transacción, es decir en términos del gasto del hogar, este se redujo en la mayoría de las familias, incluso en la decisión de la compra de alimentos, limitándose a lo estrictamente necesario, pero en general el gasto se redujo drásticamente. Lo cual es aún más preocupante para ese porcentaje de población que perdió su empleo y las empresas que se vieron forzadas a cerrar.


En lo referente a la competitividad de los sectores productivos del país, estos también podrían no experimentar el incremento deseado, debido a la dependencia de las importaciones y la producción de los sectores a los suministros industriales, debido a que estos componen un porcentaje mayoritario en las importaciones totales de la nación es que al darse un escenario de devaluación, esto podría encarecer el proceso de fabricación de los productos que compiten en el mercado internacional, este tipo de medidas necesita un análisis sectorial profundo.


La economía boliviana se encuentra en un momento vulnerable, si además se toma en cuenta variables como la deuda externa que se incrementó de manera considerable por la coyuntura actual, la misma se encarecería de manera considerable si se diera el escenario de una devaluación, lo cual podría provocar serias consecuencias a la economía.


Si no se toma como prioridad, de manera seria, la reactivación económica, es que la población podría sentir los efectos inflacionarios con mayor agresividad, y muchas familias caer por debajo de la línea de la pobreza, con mayor fuerza, que de por si la crisis del COVID-19 se espera que ocasione.


María Laura Torrico Ramos es economista por la Universidad Privada Boliviana.


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