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Por: María Laura Torrico Ramos
La historia se vuelve a repetir, este “Déjà vu” que está viviendo Afganistán, el trauma de una herida que recién se recuperaba, no solo social sino económicamente también. En las dos décadas desde que los Talibanes perdieron el control de Afganistán en octubre-noviembre del 2001, a partir de entonces, las condiciones de vida del país mejoraron de una manera marcada, con grandes progresos en salud, educación, esperanza de vida y mortalidad infantil.
También variables como el crecimiento del PIB se elevaron, sin embargo, este progreso fue ralentizado debido a la corrupción y violencia a la par que la reducción de ayuda internacional y de tropas afganas, trajeron consecuencias económicas.
La economía afgana creció a gran escala en la década que siguió el 2010 sin embargo debido a que los principales generadores de crecimiento no cambiaron significativamente ni en términos de volúmenes de producción ni en productividad de la industria este crecimiento se vio truncado principalmente porque estos bienes eran minerales sin valor agregado, industria la cual era amedrentada por el comercio y minería ilegal de los mismo.
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Los flujos provenientes de financiación internacional también se fueron reduciendo, desde representar el 100% del PIB en el año 2010 a 42.9% del PIB para el año 2020, proporción que se espera se desvanecerá completamente ahora con el control Talibán, tornando al país en un “paria internacional”. En este sentido, economistas anunciaron que se espera una larga y contundente contracción del PIB debido a su estructura basada en gran parte al apoyo internacional, además de las variables sociales.
Este corte en el apoyo de la financiación internacional podría poner a temblar las transacciones de una “economía legal” y en este sentido representaría la pérdida de muchos empleos. Ahora bien, por otro lado, la economía informal representa aproximadamente el 80% de la actividad económica afgana, la cual tiene como producto estrella el opio, ya que son a su vez los productores mundiales de este.
A pesar de los aciertos y reveses sobre las anteriores variables descritas, se sostiene que el “día a día” de la población mejoró notablemente, en términos de acceso a educación y salud, se tiene que parámetros como la tasa de fertilidad cayó abruptamente de 7.5 nacimientos por mujer a menos de 4.5, así como las tasas de mortalidad de niños menores a 5 años, cayendo de 130 a 60 niños por cada 1000 nacidos vivos, así como el acceso a agua potable creciendo de 28% de la población a 65% de la población.
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Siguiendo esta línea, la esperanza de vida en Afganistán se expandió a 10 años más que lo que se esperaba hace 2 décadas. Otros indicadores como los de educación mejoraron sustancialmente, se tienen aproximadamente 8.2 millones de niños adicionales inscritos en la escuela, que lo que se tenía en el año 2001 y la proporción de niños inscritos en educación secundaria pasó del 12% en 2001 al 55% en 2018, así como el acceso a teléfonos celulares, pasando de menos de 10 suscripciones por cada 100 habitantes a más de 60.
Si bien aún se tenía sesgos de “información limitada”, estas estaban hacia la dirección de expansión, bajo esta nota, las limitaciones para un sector de la población que se había dejado rezagado, mejoró, la población femenina experimentó importantes mejoras en sus condiciones de vida, empezando por la inscripción de niñas a la escuela, dio un gran salto de crecimiento, llegando a ser más del 80% del total de niñas; así como los índices de fertilidad en adolescentes cayó en picada de 160 por cada 1000 nacimientos a menos de 60, y se encontró a muchas más mujeres ingresando al mercado laboral.
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Aun cuando el país se encontraba encaminado en una serie de progresos en cuanto a variables sociales, todavía se mantenía como una de las economías más frágiles del mundo, de las menos atractivas para realizar negocios y de las más corruptas, estando en el puesto 165 de 180 países en el índice de corrupción de Transparencia Internacional.
El sector privado siempre ha sido amedrentado por la inseguridad y la inestabilidad política, dificultando su diversificación y expansión, siendo que, según el Banco Mundial, Afganistán ocupa el puesto 173 de 190 países en “business survey” para el año 2020.
Si bien a pesar de los progresos Afganistán se encontraba muy por detrás dentro de socio-indicadores internacionales, incluso dentro de su región, en términos de educación, gobernanza, salud, etc. Existen hechos como que en la actualidad casi cada afgano poseía un celular, lo cual era básicamente impensable hace dos décadas, los cuales podrían cambiar de manera inminente con la nueva administración.
Las consecuencias de una nueva administración, que ha existido las últimas dos décadas con base a los ingresos ilegales del tráfico de opio y heroína, pondría en riesgo la administración de la economía formal del país, así como el acceso a las reservas internacionales de Afganistán, que se encuentran en Estados Unidos, el cual ya fue bloqueado, al igual que los préstamos que se tenían con el Fondo Monetario Internacional, se podría estar avecinando una crisis financiera a la vuelta de la esquina, comenzando por el deber de pagar salarios a los funcionario públicos y mantener al Estado en funcionamiento, ya que debido a los últimos acontecimientos la población afgana, acudió a los bancos a retirar todos los ahorros que poseían dejándolos, básicamente sin fondos.
Sin dejar de lado las consecuencias que se tienen debido a los flujos de desplazados, el cual asciende a aproximadamente más de 3 millones entre el año 2020 y las últimas semanas de agosto del presente año, estas repercusiones, no solo se darían en términos demográficos al tratarse de principalmente de mujeres y niños, que directamente ponen en peligro índices de fertilidad, natalidad, sino también afectan la estructura económica, en términos de productividad y mercado laboral, incluso seguridad alimentaria cuando se tiene una economía que concentra más del 65% de la fuerza laboral en este sector el cual está mayormente constituido por mujeres.
Pero también se pone en peligro la formación de capital humano, es decir el futuro del crecimiento de una economía cuando se tiene un desplazamiento masivo de personas que debían integrar el mercado laboral en las siguientes décadas, pero también efectos en el corto plazo teniendo en cuenta el índice de participación de mujeres en el ámbito legal y de negocios es 40 en una escala de 100, es una pérdida potencial inminente.
En este sentido, la nueva administración Talibán sobre el gobierno de Afganistán estaría no solo tomando una economía frágil, sino aún más, después de haber sido golpeada como todos los países del mundo por la pandemia de coronavirus, estaría asumiendo las oficinas ante un panorama nada alentador, con muchos conflictos de por medio, y los únicos que sufrirán las consecuencias socio-económicas serán los ciudadanos, pero en especial, las niñas y mujeres que resten.
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