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En la mira de la pandemia

  • Foto del escritor: LaLlamaFinanciera
    LaLlamaFinanciera
  • 15 jun 2021
  • 4 Min. de lectura

Por: Pablo Garcia Quint


A más de un año de la propagación del virus COVID-19, la gestión en el ámbito de salud del presidente Luis Arce Catacora fue muy tímida y silenciosa. En medio de la tercera ola del virus que vive el país, es prudente analizar cómo a partir de las acciones que el presidente tomó se pudo implementar, o no, una red de confianza en la población a través de la provisión de servicios como vacunas anti-covid y servicios hospitalarios para gente que llegó a contraer el virus.


Por un lado, la gestión de vacunas se hizo lo más rápido posible para atender a la población. En su mayoría, se adquirieron vacunas de Rusia y China, que, dada la rapidez con la que fueron desarrolladas y lanzadas al mercado, el escepticismo por la comunidad internacional se hizo notar, y por Bolivia también. A falta de una mejor opción, Bolivia tuvo que acatar dichas vacunas. La gestión del gobierno de Arce pudo hasta la fecha distribuir 2.07 millones de vacunas (Our World in Data, 2021), aunque la cifra del Ministerio de Salud es menor de acuerdo a un reporte de Los Tiempos (1.878.702). Pero cabe resaltar que este porcentaje está por debajo del 15% de la población, y por debajo de países de la región como Colombia (18.07%), Brasil (25.64%), Chile (60.09%), y Uruguay (60.06%). Y ni que decir con potencias como Estados Unidos (51.98%), Inglaterra (61.42%), e incluso Israel (63.34%).


Si bien hace un mes Bolivia tenía solo 7% de vacunados, el incremento de casi la mitad de este porcentaje al día de hoy se ve opacado por muchas irregularidades con la distribución de las vacunas adquiridas. El más reciente caso es el de la hija del ex presidente Evo Morales, quien sin estar dentro del rango de edad para ser vacunada, pudo adquirir una dosis omitiendo las debidas regulaciones. La particularidad del caso nos lleva a preguntarnos si este fue el único donde la vacuna se la puso de manera parcializada.


Cabe mencionar también que “[d]e las 5,2 MM de Sputnik que compró el Gobierno, sólo llegaron 745 mil y con retraso.” Los acuerdos con el gobierno ruso, que el presidente mencionó allá en diciembre del 2020, parecen concretarse pero con mucha lentitud. El portal Página Siete informó que el viceministro de comercio exterior espera que la totalidad de las vacunas lleguen en junio de este año. La llegada de las vacunas puede ser algo muy esperanzador para los bolivianos pero tenemos que distinguir entre la compra estatal de las vacunas y la distribución a la población. Hasta ahora, las largas filas, que pueden tomar más de cuatro horas hasta llegar al punto de vacunación, como reporta Los Tiempos, se vuelven un común denominador en su distribución. La falta de insumos médicos y los hospitales con personal limitado se convierten en otro impedimento en cuanto a la distribución. Este tipo de eventos hace que la gente vea la gestión de la pandemia muy frívola en cuanto a la logística por detrás.


Sin embargo, la crítica puesta acá no es compartida, en especial por miembros del partido del presidente electo. Por ejemplo, el senador Felix Ajpi mencionó que se tiene “totalmente controlado (la pandemia) y el 80% del personal de primera línea está siendo vacunado.” De ser verdad, Bolivia no estaría con todas las dificultades que está atravesando en esta tercera ola. Añadimos que las comparaciones y críticas al gobierno anterior son hechas con frecuencia por senadores partidarios del MAS, y el mismo presidente, a manera de mostrar los logros conseguidos a la fecha. La gestión de la pandemia se la comunica como algo que no podría haberse dado con la ex presidente Añez.


Debemos mencionar en este sentido, que uno de los factores por los cuales Luis Arce entró al gobierno, fue justamente por una mejor gestión de la pandemia. El director académico de Libera y politólogo Jorge Velarde, menciona en su artículo “Impedir la Salud Publica” como no solo “ha quedado claro que [el presidente] no solo no ha podido sino que no ha querido gestionar la pandemia.” ¿Cómo así? Por todos los impedimentos institucionales que existen en el sector de salud que impide ejercer su función de la mejor manera. Los paros médicos en plena pandemia, por las lamentables condiciones en la que se trabajaban, y los pocos ítems para atender a los pacientes, mostraron un sistema de salud deficiente que viene desde hace ya muchos años atrás (Irónicamente decisiones del mismo partido político que se encuentra en el poder). La poca disposición del gobierno de mejorar el sector de salud muestra su poco interés en brindar un buen trato a los médicos, y por ende, a todos los pacientes. “No ha sido tanto lo que no han hecho sino lo que no han dejado hacer,” menciona Jorge Velarde. Basta con ver cómo la gente intenta buscar, a través de las redes sociales, medios para atender a sus familiares o amigos, desde medicamentos hasta unidades de terapia intensiva. Todas las deficiencias del sistema de salud se vieron magnificadas por la pandemia y ante las regulaciones existentes, las posibles soluciones se ven obstruidas.


Es así que ante la premisa que indicamos en un principio, asumimos casi indirectamente que la gestión del gobierno es la única que puede afrontar la pandemia. Dejamos de lado el espíritu empresarial que existe en el país para poder satisfacer todas las demandas, e inadvertidamente obviamos que esta es la verdadera solución al problema que se tiene. Jorge Velarde nos cuestiona en su artículo: “[¿Cuán] mejor estaríamos los bolivianos si dejáramos que empresas y comerciantes importen vacunas, medicamentos y equipos médicos [?].” ¿Qué implicaría que el gobierno dé más facilidad a que entren más importaciones para aliviar al golpeado sector de salud? ¿Por qué no podría el gobierno dar mayores libertades económicas para que no solo el sector de salud mejore, sino, toda la economía?



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