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¿Gasto en bicicletas o basta de gasto?

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    LaLlamaFinanciera
  • 23 mar 2021
  • 4 Min. de lectura

Por: Pablo Garcia Quint (Columnista)


El artículo de opinión de Página Siete titulado «50 Euros Para su Bicicleta», discute una iniciativa del gobierno Francés que consiste en otorgar €50 a los ciudadanos para así empezar a dinamizar la economía después de los daños causados por la pandemia. En esta misma línea, el autor propone hacer algo similar en la economía boliviana. A pesar de las buenas intenciones que se tengan con propuestas como esta, debemos tomar en cuenta que el gasto, como dinamizador de la economía, es una premisa engañosa que tiene problemas en el núcleo de su teoría.


El artículo de opinión remarca la idea de un multiplicador como variable explicativa para la .dinamización de la economía. Entre otros beneficios, el autor menciona la contribución «al ingreso de los reparadores de bicicletas (...) [y el incentivo del] uso de este medio [que] evita contaminar». Pero debemos tomar en cuenta que el uso de bicicletas en las diferentes ciudades de Bolivia no es tan común como lo es en Francia. A esta crítica, el autor responde con que esta propuesta no necesariamente debe ser exclusiva para el incentivo del uso de bicicletas, sino que, puede ser útil en incentivar otros sectores como el de infraestructura y construcción a través del mantenimiento de viviendas. En esta línea, el autor sugiere que si este incentivo por parte del gobierno fuese plasmado en el mantenimiento de viviendas, se requerirían «… una serie de capacidades que poseen electricistas, albañiles, carpinteros, plomeros» que involucran la participación de «pequeñas, medianas, grandes empresas y el comercio que languidece». Todo esto resulta en una dinamización económica y un crecimiento sostenido. Pero, lastimosamente, la realidad no es así.


En primer lugar, lo que esta propuesta falla en ver, radica en que la asignación de bienes o servicios desde el Estado nunca es más eficiente que la asignación que cada individuo puede llegar a tener. El economista Milton Friedman explica que existen cuatro maneras de asignar recursos:



El Estado entra en la última categoría (dinero de otros para otros), siendo el «asignador» menos eficiente. ¿Qué nos asegura que los agentes económicos están dispuestos a gastar en el mantenimiento de sus viviendas? ¿Qué nos hace pensar que este sector puede dinamizar toda una economía? Ante la incertidumbre que el Estado tiene para saber la respuesta a estas preguntas, la única manera de asegurar esto se da a través del poder coercitivo que tiene el mismo Estado. El autor del artículo, refuerza este último punto cuando acierta que la única manera de asegurarse que los agentes económicos gasten el dinero hipotético asignado exclusivamente para el uso de las viviendas, sería a través de «…controladores que revisen por muestreo (100 por cada 10.000) y se exija a los subsidiados una declaración jurada [que el dinero otorgado es únicamente para el uso de mantenimiento de viviendas]». La fuerza que aplica el Estado es una muestra de lo ineficiente que sería su asignación, ya que no sería tomada en cuenta dentro de las decisiones naturales de las personas a no ser por este poder coercitivo que caracteriza al Estado.


De igual manera, debemos recordar que es imposible saber cuáles son las preferencias y posibles asignaciones de todos los agentes en una economía. La planificación de las decisiones económicas no toma en cuenta un factor esencial: La información. El economista austriaco, Friedrich Hayek, en su libro La Fatal Arrogancia, hace referencia a que la información es tan extensa y se encuentra tan dispersa en toda una economía que una mente central, o un grupo de personas, fallaría en captar la magnitud de toda esta información. Los órdenes que resultan de la acción humana y se plasman en la economía llegan más bien espontáneamente, y no deliberadamente, como se piensa muchas veces.


Otro factor a tomar en cuenta es el gasto, una variable engañosa debido a que no mide las consecuencias no intencionadas de políticas expansivas, ya sean fiscales o monetarias. Ante una expansión fiscal, la deuda del país empieza a crecer, y esto se tiene que trasladar a través de más cargas impositivas o expansiones monetarias. Las expansiones monetarias además de, posiblemente, generar inflación, tienen un efecto que muy pocos economistas analizaron. Ludwig von Mises explicó que una expansión monetaria genera una disminución en las tasas de interés. En el artículo Economic Depression: Their Cause and Cure, Murray Rothbard identifica dos problemas que vienen de la observación de Mises: Los ciclos económicos se generan a partir de la expansión de créditos, que resulta de la disminución en las tasas de interés; y la función empresarial, llega a ser tentada para ir en una dirección que no es sustentable al largo plazo, pero aparenta serlo (García, 2020). La expansión monetaria inicial significa una disminución en las tasas de interés que dan un ambiente de bonanza para los empresarios. Proyectos que no eran rentables antes, ahora, aparentan serlo. No será hasta que las tasas de interés caigan como resultado de estos proyectos poco rentables que los empresarios empezarán a retirar sus inversiones y la economía empezará a caer de nuevo. Como podemos darnos cuenta, la intención inicial de una expansión fiscal o monetaria para reactivar la economía tiene consecuencias no intencionadas que sobrepasan la capacidad de captar todo esto por los planificadores.


Lo que si acierta el autor, y coincidimos es en lo siguiente: «Si esto parece insólito es porque las nuevas ideas siempre lo son. Más aún en Bolivia, donde las ideas renovadoras tardan en llegar». Quizá decir públicamente que el gasto no es medio para reactivar una economía resulte insólito, sin embargo, tenemos fe en que, de a poco, el rumbo hacia un país más libre empiece a marcarse.


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