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Por: Miguel Morales Gutierrez
El tema de la educación va de la mano con la idea de desarrollo económico y progreso social, es tanta su importancia en los países, que muchas elaboraciones de políticas se enfocan en mitigar la deserción y el fracaso escolar. También a la educación se la define como una inversión cuyos frutos serán rentables y positivos. En promedio, se espera que las generaciones de un hogar vayan siendo iguales o superiores a sus padres en temas académicos. Por ejemplo, si dentro de un hogar se ganaba 1000 BOB y la fuente de ingresos era de los padres sin que ellos hayan ido a la Universidad, se estima que sus hij@s vayan a la universidad y aumenten los ingresos de la familia llegando a un punto en donde pasen a un hogar de mayor estatus social. Esto claro visto con la teoría económica que se aplica en su mayoría en los países del occidente.
Es tan interesante este factor, que muchos hogares dedican su plena ganancia económica para que sus hij@s alcancen sus metas profesionales, pero en otros casos hasta se vuelve un tema de estrés y competencia sin sentido. A causa de esto, aprovechando el tiempo de “descanso” en los colegios debido al COVID19, en muchos países de América Latina y sobre todo los países del Norte comenzaron a modificar el filtraje para que los niñ@s retornen a clases. Y uno de ellos es el mecanismo de Boston.
Al observar que los hogares toman como referencia la elección de los colegios por proximidad de sus domicilios, especialmente en Estados Unidos, se empezó a instalar colegios de alta calidad educativa pero pagados privadamente en zonas residenciales o de alto nivel social, y en su contraparte en zonas como las rurales, o suburbios, existen colegios con un desempeño bajo. Y esto se debe a que en zonas con mayor poder adquisitivo pueden pagar los costos demandados por una educación casi personalizada y privada, frente a zonas que prácticamente prefieren enviar a sus hij@s a colegios públicos porque su ingreso no permite pagar elevadas sumas en educación.
Lamentablemente esta diferencia creada en la educación se ve reflejada años más tarde, ya que alumnos con mayor preparación inicial accederán a mejores universidades y esto se traducirá en mejores puestos de trabajo, creando de esta manera una desigualdad social que en países con bajo desarrollo económico son los que sufren más para salir adelante.
Este punto va tomando cada vez más relevancia, ya que a consecuencia de la pandemia, muchos países tienen ahora la misión de recuperarse económicamente pero sin capital humano, o con uno dañado, esta tarea se vuelve ardua y tarda más en recomponerse. Por lo que en varios países, especialmente los del norte, implementaron en su sistema el Mecanismo Boston para la selección de alumnos en diferentes colegios. Esto se da principalmente porque la mayoría de las familias iban a vivir cerca o dentro de buenas zonas residenciales para acceder a estos colegios, o simplemente el dinero compraba el acceso de los niñ@s a estos establecimientos; pero el nuevo sistema se basa en algoritmos como el de Gale-Shapley en su teoría de juegos de “reparto estable y prácticas de diseño de mercado”, pero esta vez lo incluyeron a un sistema de inteligencia artificial con análisis de datos, lo cual está creando separaciones muy bruscas entre los niñ@s, ya que una computadora no tiene la inteligencia emocional como un ser humano, simplemente clasifica a los individuos por sus registros cuantificables y hace una segregación. Lo que provocaría que de aquí a unos años en adelante, el sueño de que las generaciones mejoren de calidad de vida se vería truncado solo porque una computadora lo clasifico de esa forma. Entonces aquí viene la ética humana, realmente la tecnología o avances deben ser aplicados en todas las áreas sobre todo donde el humano usa su inteligencia emocional, esto será una pregunta que se responde por sí sola.
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