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Por: Miguel Morales Gutierrez
La guerra desatada por Rusia contra Ucrania la pasada semana puso en alerta al mundo entero, pero a diferencia de otros conflictos bélicos, éste tiene la particularidad de ser llamada “guerra híbrida” – según BBC, 2022 – donde la lucha no solo se centra en los bombardeos si no en guerras político-económicas, donde los commodities son los que sufren más. De acuerdo al especialista Antonio Alonso Marcos, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Pablo CEU, los países con mayor sensibilidad a estos insumos serán los que sientan más el lado oscuro de la guerra, como ser el caso de Bolivia.
Más del 70% de la economía de boliviana está ligada a los precios de los commodities, y el que es más sentido por la población es el precio de la harina de cualquier índole. Puesto que el insumo principal es cualquier tipo de maíz, pero antes de obtenerlo, se debe cosechar, transportar, seleccionar y otros procesos que a pesar de no ser considerados, cuando se tocan precios de fertilizantes como la urea, que por cierto subirá a 900 $ por tonelada, y el crudo que cada vez trepa en cifras mayores a los 100 USD/barril como el caso del Brent siguiendo la misma tendencia el WTI, hacen que la adquisición del producto base sea cada vez más caro.
Sin embargo, tenemos que recalcar que en nuestro territorio, para control del principal bien de consumo como es el pan, tenemos varias políticas para controlar su precio para que éste producto por lo menos llegue a nuestras manos en el precio justo. En el eje troncal a 0,50 BOB por unidad, 0,40 BOB en Oruro, 0,30 BOB en Potosí, y otras regiones. Pero debido a la gran escalada de precios de la harina, por ejemplo en 2021 se conseguía el quintal en 165 BOB, ahora tendrá un costo de 210 BOB/quintal. Añadiendo que el 55% de esta harina es importada, provocaría que el Estado sólo podría soportar la subvención en un 45% del volumen total importado.
Por lo que causaría que la marraqueta que tanto añoramos, pueda duplicar su precio en menos de una semana, y es cierto, los panaderos viven de esto y no se le puede privar de sacar beneficios, pero por otro lado gran parte de la población, más del 60%, sufriría la consecuencia en cambios de su canasta básica de consumo. Puesto que tendría que sacrificar otros bienes y esto cambiará el consumo interno boliviano. Lo cual en estos momentos de crisis y proyectos de recuperación económica del país no tendrían efectos tan positivos.
Por ende el Gobierno, si no quiere tener una crisis social, tendría que cambiar legislación consensuada primeramente con los productos, panaderos y afines, para que estas subvenciones, que incluso llegan a tocar el mercado de los carburantes, no sea un tema demasiado delicados tratar en nuestro entorno, por lo que se sugiere al lector estar atento a estas noticias y cambios de los precios, porque solo un cambio de 10 centavos en nuestro pan, el Boliviano se enojará tanto que podría incluso ir a las puertas del Kremlin a reclamar a Putin.
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