La Ruleta Rusa de las Reservas Internacionales
- LaLlamaFinanciera
- 3 mar 2021
- 6 Min. de lectura

Por: María Laura Torrico Ramos (columnista)
Las Reservas Internacionales de la economía boliviana parecen estar jugándose en una suerte de ruleta rusa. Una carrera de apuestas hacia la pérdida de reservas, no viene siendo una novedad del último año por motivos de pandemia, sino, es algo que se da aproximadamente desde el 2015. Pero, ¿este desenfreno debería preocuparnos? ¿Estaríamos al borde de una crisis de balanza de pagos? ¿Qué es verdaderamente lo que significa que se agoten las reservas? Para responder todas estas cuestiones, explicaremos para qué han servido en el caso boliviano las famosas reservas internacionales.
Bolivia en la década anterior experimentó un boom económico debido a la subida de los precios del petróleo, que tuvo su mayor pico en el año 2014. Para entonces, entraba tanta divisa al país que se acumulaba en las reservas internacionales. Estas las administra el Banco Central de Bolivia, el cual a su vez, se las puede guardar en una cesta de monedas del extranjero (para reducir el riesgo), es decir, en divisa, y dependiendo de la composición de esta, siempre se cuenta con la suficiente para que el país pueda hacer frente a su demanda interna de divisa; también se pagan las importaciones y deudas externas del país, pero las reservas también se las almacena en forma de lingotes de oro y en títulos valores de otros Bancos Centrales del mundo.
Pero ahí no acaba la labor de las reservas internacionales para Bolivia. Debido al régimen cambiario reptante que el país maneja, este, en el año 2006, adoptó un cambio de orientación el cual se enfocaba en controlar la inflación tanto importada como local, para lo cual se empezaron a realizar revaluaciones constantes hasta que en el año 2012 se lo ancla a un nivel de 6.96 Bs/USD. Debido a la tendencia creciente de acumulación de reservas que se tenía en ese entonces por el boom de precios de commodities, se contaba con una cantidad razonable de reservas las cuales permitían «defender un tipo de cambio de 6.96».
Sin embargo, el bastión principal del tipo de cambio comenzaría a debilitarse a partir del 2015, cuando el auge de precios se acaba. En ese sentido, el peso de responsabilidad sobre las reservas cada vez se hacía más grande porque no solo se tornaba más difícil defender un tipo de cambio revaluado a las nuevas condiciones de la economía boliviana, sino que, paralelamente, cuando el país se encontraba en su momento de mayor esplendor económico, lógicamente se tornó más atractivo ante los ojos de organismos internacionales.
En términos de acceso a crédito externo, el país se encontraba con una mejor calificación de riesgo que antes y con ratios de liquidez favorables, entonces, comenzó una montaña rusa creciente en términos de deuda.
Una vez que el periodo de abundancia se acabó, lo que se mantuvo constante fue el tipo de cambio al nivel fijado en el auge y la tendencia creciente de la deuda externa. Mientras, el ingreso por nivel de exportaciones del país mantenía una tendencia decreciente, tanto por la caída de precios, como la caída de volumen, en específico, del commoditie del gas, el cual funcionaría a su vez de bastión para las reservas internacionales.
Bolivia se convertía en una economía que empezaba a gastar más de lo que recibía en ingresos, ya que otra variable que comenzó a crecer aceleradamente debido al esquema favorable inicial, fue el gasto público. El déficit fiscal llegó a picos históricos el año 2019, lo cual no necesariamente se debería traducir como algo negativo en una economía, ya que el gasto público normalmente se destina a salud, educación o proyectos productivos para aumentar el bienestar de una población, sin embargo, las inversiones públicas distaron bastante de inversiones productivas, entonces no se pudo traducir en bienestar.
En este sentido, es que la reducción progresiva de manera tan agresiva que han sufrido las reservas internacionales sin tener un salvavidas de ingresos de las mismas, ni modificaciones del régimen cambiario que impliquen un menor gasto, esto se ha convertido en un torbellino que está amenazando arrasar la débil estabilidad económica que le restaba al país. A esto se le suma un evento que nadie pudo prevenir antes, que es la crisis sanitaria que trajo el COVID-19.

Fuente: Banco Central de Bolivia
Estas cayeron a un nivel por debajo del nivel del año 2007, siendo 4090 millones, no obstante, se debe recalcar que el escenario actual muestra un reducido nivel de reservas, una economía con déficit de balanza comercial cada vez más pronunciado (diferencia entre las exportaciones e importaciones) tanto por la reducción de importaciones como por el crecimiento de las importaciones; además de niveles inéditos de déficit fiscal de un 9% para el año 2019 y un estimado de un 14% para el 2020, lógicamente, estos acentuados por los inminentes gastos provocados por el coronavirus y finalmente con una deuda externa incrementada con 3 créditos adicionales que no se tenían previstos debido a la pandemia con diversos organismos.
Bajo la línea de estos créditos —los cuales cabe remarcar se encontraban con condiciones verdaderamente flexibles con respecto a los países acreedores por la pandemia—, Bolivia recientemente devolvió el crédito del Fondo Monetario Internacional con la suma de 351.3 millones de dólares por concepto del préstamo, intereses y comisiones, bajo alegaciones de conductos irregulares, entre otros, sin embargo, este tuvo un efecto directo en la reducción del último mes de las reservas ya que estas fueron registradas por el Banco Central como Reservas Internacionales. En este entendido, se «perdió» aproximadamente un 7% del total debido a esta determinación; dicho crédito tenía como objetivo apoyar la balanza comercial por los efectos COVID-19.
Esto no solo quita liquidez al Estado, sino que, la situación nos deja con indicadores potencialmente peligrosos. Bajo la nomenclatura del Fondo Monetario Internacional, una economía debería tener la suficiente cantidad de Reservas Internacionales que sean equivalentes a —por lo menos— tres meses de importaciones, lo cual, en términos de divisas, hasta el 23 de febrero se tiene el equivalente de 4 meses. Es decir que, nos encontramos peligrosamente cerca del límite recomendado. Otro de los indicadores son el nivel de Reservas Internacionales que pueden cubrir las obligaciones de deuda externa a corto plazo, para lo cual, entes como la Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (UDAPE) señalaron que bajo estimaciones en condiciones «normales» para el año 2020, estas ya se encontrarían en menos del 100%, es decir, no se podría cubrir la deuda externa a corto plazo.
Cuadro: Ratio de Cobertura del Nivel de Reservas Internacionales de Bolivia con respecto a la Deuda a Corto Plazo

Fuente: UDAPE
Estas condiciones se agravaron aún más cuando las reservas siguieron su tendencia decreciente, sin embargo, la deuda creció de manera inesperada en el último año. Estos son unos cuantos de los parámetros que se utilizan para mantener a una economía alejada de la temida «crisis de balanza de pagos».
Esta famosa crisis, también llamada crisis cambiaria, se dió en muchos países latinoamericanos en décadas pasadas debido a sus regímenes fijos, ya que se vieron ante la imposibilidad de seguir defendiendo el tipo de cambio. Sin embargo, esto desató una inflación acelerada, pérdida de empleo y mayor pobreza debido a los ajustes que conllevaron a la inminente devaluación. El hecho de contar cada vez con menos reservas internacionales y tener indicadores más negativos, podría estar acercando a la economía boliviana cada vez más a una crisis cambiaria, que en conjunto con los rastros que dejará la pandemia, serían bastante desastrosos para la población.
Con respecto al manejo de reservas internacionales del resto de los países latinoamericanos, estos se encuentran bajo otras esquemas, partiendo de que Bolivia es uno de los pocos países que aún mantiene un régimen reptante; casi el total del resto maneja un sistema cambiario intermedio del sistema flexible o flotante. Por ejemplo, Brasil que maneja el sistema de «flotación sucia», o Chile, que maneja el esquema de «flotación limpia». El tipo de cambio no depende de las reservas, sino, se lo utiliza como control de ajuste, y las reservas solo incrementan o reducen debido a otras causas.
En términos comparativos, según datos del Banco Mundial hasta el 2019, el nivel de reservas internacionales con respecto a los meses de importaciones para otros países latinoamericanos como Chile, Brasil, Perú y Bolivia, eran 5, 13, 11 y 6 meses respectivamente, sin embargo, datos preliminares dicen que a diferencia de Bolivia, estos no cayeron en 2020, manteniéndose bajo niveles razonables.
Cuadro: Total de Reservas Internacionales en Meses de Importaciones de los periodos 2000-2019 de Bolivia, Brasil, Chile y Perú.

Fuente: Banco Mundial
Finalmente, ante tan delicada situación y teniendo en cuenta que el 51% de las reservas bolivianas están en oro y el resto en divisa —las cuales responden a la liquidez del país—, es que economistas como Jaime Dunn sugirieren que para subir las reservas se necesitaría atraer inversión extranjera y apoyar en la competitividad de los exportadores, disminuyendo las cargas tributarias, laborales y trámites burocráticos, además que, es fundamental no cambiar el tipo de cambio por el momento a pesar de la fuerte presión hacia la devaluación sobre este, ya que debido a las condiciones actuales esto no solo generaría inestabilidad económica, sino, una inflación acelerada que aumentaría la pobreza entre otras variables importantes.
Es necesaria una postura de responsabilidad frente al manejo de esta variable tan importante para la política y estabilidad económica de un país, si bien Bolivia aún no se encuentra al límite de los parámetros recomendables, se encuentra acercándose a ellos con una velocidad peligrosa que podría traer complicaciones en el futuro, de no tomarse las decisiones pertinentes en el presente.
María Laura Torrico Ramos es economista por la Universidad Privada Boliviana.
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