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No me vengas con informalidades

  • Foto del escritor: LaLlamaFinanciera
    LaLlamaFinanciera
  • 10 nov 2020
  • 5 Min. de lectura


Por: Pablo Garcia Quint


Es bastante común escuchar en Latinoamérica sobre los mercados informales. Estos mercados representan una legítima respuesta a las asfixias burocráticas y fiscales, sin embargo, no son vistos ni son incorporados en el sistema legal de muchos países; aún así, cualquier política económica aplicada afecta a este sector independientemente de si están dentro del marco legal o no. Entender este sector llega a ser de suma relevancia para poder ver cómo y porqué se desarrolla, para finalmente incorporar todo este potencial al sistema del país. Ante este escenario, el sistema económico que mejor puede llegar a adaptarse y entender al mercado informal es una economía libre de mercado, contrario a lo muchos piensan.


Esta es una breve definición sobre las economías informales según el Fondo Monetario Internacional (FMI): «Aquella actividad económica que es escondida de la autoridad por razones monetarias, regulatorias e institucionales». Es así que en Bolivia el sector informal, según un informe del FMI, en un periodo de 27 años (1991-2018) representó un 62.28% de la economía nacional, siendo entre 158 países aquella con el porcentaje más alto. Cualquier economista se preguntaría qué es lo que causa este tipo de evasión a la autoridad, siendo así, los problemas fiscales una de las principales explicaciones. En un artículo de la revista Los Tiempos, Josué Hinojosa menciona como el economista boliviano German Molina explica que la reducción del «Impuesto al Valor Agregado (IVA), del 13 al 8 por ciento, anunciada por el presidente Luis Arce, permitirá, de modo paulatino, la formalización de la economía». Sin embargo, la pulsa fiscal solo es la punta del iceberg en cuanto a la razón de la economía informal, siendo el índice de libertad económica más adecuado a explicar este fenómeno. La importancia de este índice radica en cuatro parámetros que muchos economistas pasan de largo, pero que llegan a ser fundamentales para el desarrollo de cualquier sociedad moderna: Respeto a la ley (rule of law), tamaño del gobierno, eficiencia regulatoria y apertura de mercados.


Si bien una de las características de Latinoamérica es el no respeto hacia la ley, para el sector comercial esto llega a ser razonable. Hernando De Soto, en su libro El Misterio del Capital muestra el porqué. En un análisis conducido por un equipo de investigación, Hernando Soto quiso saber cuáles eran los obstáculos legales para «formalizar» un negocio. Es así que en Perú, para abrir una nueva empresa, se toma un promedio de seis horas al día, durante 289 días, con un costo de $1231 (31 veces más del salario mínimo en Perú para el año 2000). Hernando De Soto realizó el mismo procedimiento en países como Brasil, Haití, y Egipto, entre otros, todos con un resultado similar. Considerando a un comerciante del negocio informal, bajo la escuela austriaca, es completamente racional actuar a espaldas de la ley, no diciendo que sea lo correcto. Vale aclarar que la racionalidad no está intrínsecamente ligada a una eficiencia perfecta, ni a una moralidad asegurada, supuesto que otras escuelas económicas toman por sentado. El filósofo Gabriel Zanotti define la acción de la praxeología de Ludwig Von Mises, bajo una perspectiva Tomista, viene definida como la acción deliberada de pasar de una situación menos satisfactoria a una más satisfactoria. Claramente sin ningún testeo empírico esto llega a ser verdad, y el hecho que se manifieste en el mercado informal no es de sorprenderse. Una vez que un negocio no encuentra un amparo legal para poder desarrollar actividades básicas de comercio, ellos mismos empezarán a crear sus leyes que los protejan, siendo estas más legítimas que las que se plantea el Estado. La feria 16 de Julio de El Alto, por ejemplo, tiene una dinámica espontánea, en la que el respeto a la propiedad está incluida. Cada vendedor, por más mínimo y poco valorados que sean sus bienes o servicios a ofrecer, con seguridad podrá vender con completa normalidad. El respeto a la ley es solo una de las razones de la informalidad.


A esto añadimos el tamaño del Gobierno, y el incentivo que crea para que los mercados informales se desarrollen. El índice de libertad económica muestra como Bolivia impone una carga impositiva de 23.9% del ingreso doméstico. Como mencionamos antes, en la racionalidad de cada persona esto implica un costo muy elevado que decidirá ser evadido en el momento de comerciar. En la misma nota de la revista Los Tiempos, Josue Hinojosa continúa diciendo a través de Alberto Bonadona: «… en los 14 años de gobierno de Evo Morales, no se logró aumentar la producción ni el empleo», «solo la ineficiencia del Estado», añadiría. Toda esta recaudación va dirigida a gasto o inversión pública que resultan en proyectos ineficientes, la gran mayoría del tiempo. El economista Milton Friedman de la Escuela de Chicago, explicaba que habrá dos maneras en las que se pueden gastar dinero, en uno mismo y en otros, con dinero propio o dinero de otros. La conclusión importante de esta reflexión, es que el Estado gasta dinero ajeno, para fines ajenos. Esta realización, muchas veces inconsciente por parte de los trabajadores, los empuja a salirse del marco legal para poder prosperar sin necesidad de contribuir a esta ineficiencia. Ya no parece coincidencia que los países más prósperos, tengan el estado tenga un rol más austero en la economía.


Con menos libertad económica, como explica el índice de libertad económica, las regulaciones empiezan a volverse más abundantes, teniendo como consecuencia la distorsión del nivel de precios. La consecuencia de las malas regulaciones se plasma en el subdesarrollo. Es claro que si el Estado no reconoce un negocio, tampoco este podrá salir adelante, no por las ayuda que se puede dar, sino por la falta de un mínimo grado de institucionalidad que asegure, entre otras cosas, el respeto a la ley (rule of law) y el reconocimiento de la propiedad privada. Ante la carencia de este principio, como Hernando De Soto lo menciona, «... el comerciante no termina de desarrollar el potencial del capital que tiene para desplegar una nueva producción». El problema de las regulaciones no recae en el impedimento para que los comerciantes se puedan desarrollar, sino, en la falta de garantías que este comerciante tiene en el momento de querer expandir su negocio. Por otro lado, el nivel de precios empieza a distorsionarse como resultado de los altos costos de incorporarse al sector legal y de las altas cargas impositivas. Lo sorprendente de un mercado informal, recae en la libertad de precios que se tiene como resultado de este tipo de evasiones. Es muy probable, si alguna vez visitamos estos mercados, que encontremos dos productos completamente iguales a dos precios completamente diferentes. Esto naturalmente se va regulando a medida que los compradores fluyen hacia el comerciante con el precio menor, hasta que el comerciante con el precio mayor baje su precio, resultando en un proceso de competencia natural.


Una economía libre de mercado muestra claramente uno de los fenómenos que no puede ser explicado por otras corrientes de pensamiento económico, como un proceso de orden espontáneo con las características que tiene dicha dinámica. El respeto a los derechos de propiedad, libertad de precios, y la libre entrada y salida se cumplen en un mercado informal. Empezar a incorporar al sector informal a través de estas reglas no significa que iremos en contra del desarrollo para convertirnos todos informales, sino que, a medida que se tengan las bases fundamentales de un libre mercado, las decisiones empresariales empezaran a ser mucho más relevantes para el desarrollo del país. No es por nada que países que tienen un índice de libertad económica más alta, sean aquellos que usamos como ejemplo a aspirar. Bolivia actualmente ocupa el puesto 175 siendo superado por la República del Congo.


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