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Un Horizonte Corto

  • Foto del escritor: LaLlamaFinanciera
    LaLlamaFinanciera
  • 3 nov 2020
  • 4 Min. de lectura


Por: Pablo Garcia Quint - Columnista


Vivimos rodeados de noticias en las que el estado hace esto y aquello, dará bonos aquí y allá. De cierta manera, estas noticias empiezan a normalizarse en el país, si reflejan nuestra realidad. El rol del gobierno se vuelve casi indispensable. Las opiniones y análisis, en este sentido, sólo se centran en cómo el gobierno en turno puede dinamizar y hacer crecer la economía. Sin embargo, este protagonismo del estado está tan arraigado en Bolivia, que la importancia de las decisiones de los agentes dentro de la economía parece ya no ser relevante.


Hace poco, la organización Libera Bolivia, comparó cómo la manera de vivir en nuestro país (y en Latinoamérica) es análoga a un “realismo mágico.” Este término hace referencia a que las vivencias en Bolivia son comparables a una i-realidad, características de un libro o un relato de fantasía. Si salimos del espectro económico un momento, esta comparación se hace mucho más notoria. El análisis hecho por Libera, muestra cómo el desorden vehicular se convirtió en algo normal e incluso distintivo de Latinoamérica, en donde países Europeos o desarrollados contemplan estos actos como algo sorprendente, sin ser esto algo de lo que deberíamos estar orgullosos. Esto se traslada a las instituciones, y por último en la forma a la que nos acostumbramos a vivir.


Similar en lo económico, la inversión pública se convirtió en algo normal para la economía. En una nota de Página Siete, se informó que el Presupuesto General del Estado (PGE) bajaría de $5215 millones a $3441,6 millones. Más allá de que esto sea un indicio de algo bueno, ya que uno sin ser economista conoce de la ineficiencia de la inversión pública, no significa que el estado contraerá su alcance. La nota explica cómo se espera que el PGE estará destinado en “…un 35,1% a infraestructura en transportes, comunicaciones, recursos hídricos, un 26,1% a proyectos sociales en salud, urbanismo y vivienda, saneamiento básico, educación, deportes, seguridad social y cultura”. En este sentido, la capacidad de descubrimiento empresarial, de magnitud y relevancia para la economía, por parte de los agentes económicos llega a ser casi residual, sino nula. Análogo a la normalización del quebrantamiento de normas que genera caos vehicular, la normalización de la intervención y protagonismo del estado en todos los asuntos económicos implica subdesarrollo, contrario a lo que muchos piensen.


Es incluso más profundo el análisis que el economista francés, Frederic Bastiat, hecho en el siglo XIX refiriéndose a lo que se ve y lo que no se ve. En un panfleto publicado en 1850 Bastiat explica cómo “En la esfera económica un acto, un hábito, una institución, una ley, no engendran solamente un efecto sino una serie de efectos. De estos efectos solo el primero es inmediato,..., se ve. Los otros no se desarrollan más que sucesivamente, son los que no se ve[n].” Y es de esta manera que el estado, en su rol benevolente hacia la economía, se preocupa de los efectos inmediatos; “curar” la recesión y producir bienes y servicios, sin fijarse que esto corresponde a los agentes económicos. Bastiat continúa diciendo:


“[El estado] impresionado por el efecto de lo que se ve, no tiene más que aprender lo que no se ve”.


Resulta evidente que en medio de las políticas estatales aplicadas, no se ve el efecto causado a los agentes, y solo se contempla la solución rápida, muchas veces eficiente pero crónica al largo plazo. Tal como mencionamos antes, en la nota de Página Siete, a través de la inversión pública, pareciera que el estado está en todos los sectores; infraestructura en transportes, comunicaciones, recursos hídricos, salud, urbanismo y vivienda, saneamiento básico, educación, deportes, seguridad social y cultura. ¿Dónde quedan las decisiones que los agentes lleguen a tomar dentro y para la economía? (No me refiero a las opciones que el estado les da dentro de lo que este les ofrece).


Podemos decir, hoy en día, que la normalización del gran alcance que el estado tiene dentro de la economía generó que los análisis y políticas hechas giren en torno a este, desembocando en “progreso” que no termina de darse nunca, al igual que el quebrantamiento de las leyes, generan caos vehicular, desembocando en un desorden que no termina de ordenarse nunca. Sería, sin embargo, ingenuo dejar de lado el análisis que pensadores históricos hicieron para el progreso de sus respectivas sociedades, algunos más escuchados que otros. Frederic Bastiat, Friedrich Hayek, John S. Mill, Ludwig Von Mises, John Locke, Joseph Ratzinger, Bautista Alberdi, John C. Murray, Adam Smith, Israel Kirzner, etc. El común denominador de todos estos autores es que se atrevieron a pensar “fuera de la caja,” e incluso en contra de los paradigmas dominantes de su época, obligando a la esfera pensante a considerar sus puntos de vista. Porque como Bastiat lo menciona, no solo se debe considerar lo visible o lo evidente, sino que también lo invisible y lo problemático.


Pablo Garcia es un estudiante de economía en Northern Virginia Community College y miembro del equipo de investigación LIBERA Bolivia.


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