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Va a estar saliendo, como quieres la economía

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    LaLlamaFinanciera
  • 26 ene 2021
  • 5 Min. de lectura


Por: Pablo Garcia Quint (Columnista)


El economista Peter Boettke en su libro Living Economics menciona, “La falsa pretensión del manejo científico, llevó a los economistas a prometer tareas que ellos legítimamente no pueden cumplir”. Hoy en día, el paradigma dominante científico lleva a que muchos economistas propongan modelos que no sólo se encarguen de tener un resultado más eficiente que el de una economía libre de mercado, sino que se encarguen también de erradicar los males sociales y corregir fallas de mercado. El rol moral-reformador que se tiene con políticas redistributivas o centralistas tiene una falla gravísima al no incorporar áreas que en su tiempo estaban intrínsecamente relacionadas con la economía, éstas son la política y la filosofía. Al mismo tiempo, la exclusión de estas áreas dio lugar a que la disciplina económica se sustente en herramientas matemáticas para tener un mayor grado de precisión y predictibilidad.


Sin embargo, para poder comprender un fenómeno tan abstracto como lo es la realidad social, nosotros los economistas no podemos darnos el lujo de excluir áreas de estudio que por no tener pruebas o resultados empíricos (desde una perspectiva positivista), no resulten aptas. ¿Por qué es importante esto? Porque mientras más excluimos la capacidad organizativa e intrínseca de las interacciones sociales, más propensos estamos a pensar que la realidad económica puede construirse y diseñarse.


Peter Boetkke argumenta que la economía debería estar enfocada en estudiar (1) cómo desde una perspectiva individualista, con cierto grado de institucionalidad, los agentes llegan a un orden espontáneo caracterizado por prosperidad y paz, (2) y cómo un análisis de la asignación de medios-fines a nivel individual marca un punto de referencia en la realidad para cualquier utopía. Sin embargo, actualmente muchos economistas no se encargan particularmente de ninguna de estas funciones. Boettke identifica tres casos que divorciaron a la economía cada vez del estudio de los dos puntos previamente señalados, en donde se empieza a diseñar el orden social en el ámbito económico a través de un “ingeniero social.”


Para el primer caso tendremos la concepción keynesiana que marcó el fin, de cierta manera, de los pensadores clásicos y del paradigma dominante hasta antes de 1930. Boettke muestra cómo la tradición clásica empieza a ser criticada por las imperfecciones que Marx supuso en el siglo XVIII de un sistema de libre mercado. Monopolios, explotación, mala asignación de recursos, y ciclos económicos. El sistema económico tenía que ser controlado de alguna forma. Ante la llegada de la crisis americana de los años 30 los defensores del libre mercado perdieron su lugar, no por estar incorrectos, mas bien por haber sido dejados en el olvido. Todos los problemas tenían que ser solucionados por alguien, y Boettke menciona, ese alguien era el economista. Al mal social que deviene de un proceso de libre mercado, un plan o una explicación ad hoc debería hacerse. Keynes con su libro Teoría General del Empleo, Interés, y Dinero acierta que un sistema capitalista sufre de fallas que lo llevan a un desequilibrio en variables como el empleo e interés. Boettke muestra que otros economistas, como Paul Samuelson, apoyaron a Keynes llevando a una proposición en la que el gobierno, a través de un rol activo en la economía, se encargaría de resolver estos problemas diseñando las soluciones. Boettke continúa diciendo que los modelos empezaron a asumir lo que tenían que probar, ya que calcular estos equilibrios suponía información macroeconómica detallada que solo se conseguiría a través de simplificaciones y suposiciones sobre la realidad; entre éstas, un punto de equilibrio. Profundizando aún más, el enfoque epistemológico tenía un problema filosófico, que Gabriel Zanotti muy bien menciona en su libro Introducción Filosófica a F.A. Hayek. Se empezó a asignar fines predeterminados a sociedades enteras pensando que los individuos dentro de éstas actuarían de acuerdo al fin puesto. El problema radica en que el orden que se tiene en las sociedades no es el resultado de un fin asignado arbitraria y deliberadamente como se piensa, sino mas bien el resultado de la concatenación de medios y fines asignados por un sinfín de personas actuantes. El rol que el economista cumplía hasta antes de la sustitución del paradigma clásico era más bien uno humilde en donde los seres humanos eran el objeto de estudio y no así el mundo de las ideas.


Boettke identifica posteriormente que el análisis de costo-beneficio empezó a ser influenciado por el planteamiento de Paul Samuelson. Esto implicaría una sustitución del análisis laissez faire por la teoría keynesiana, la consideración del economista como ingeniero social con todas las herramientas matemáticas, y la manipulación de dichas herramientas que pueden calibradas, generar predicciones, y ser aplicadas exitosamente como políticas económicas. El análisis de costo-beneficio es importante porque nos permite entender externalidades, tarifas, regulaciones, y arreglos institucionales.


El problema de percibir los costos-beneficios como Samuelson los plantea, Boettke señala, es que los datos recabados para su cálculo y comparación recaen en la suposición que estos se encuentran en equilibrio, condición que resulta ser el pilar fundamental para cualquier análisis desde una perspectiva neoclásica y keynesiana. Boettke continúa diciendo que si los datos realmente estuvieran en equilibrio el análisis sería completamente redundante dado que la asignación de recursos ya estaría hecha de acuerdo a los precios de este equilibrio ideal. Boettke profundiza al criticar el enfoque Pigouviano desde la perspectiva de James Buchanan y Ronald Coase, quienes resaltan que la solución Pigouviana es redundante, de igual manera, ya que los agentes privados solucionarían las externalidades (en caso de no haber costos de transacción), y es no operacional (en caso de costos de transacción positivos y costos de información). Buchanan y Coase se preguntaran, si los agentes privados no pueden resolver esta disputa, ¿de qué forma el gobierno cambiaría algo? Las justificaciones intervencionistas claramente se mostrarían como la solución.


El último caso que Boettke encuentra es el debate sobre un mercado socialista. En una economía planificada un gobierno central elegiría que se produce, cuanto se produce, y cuántos son los beneficios de los empresarios. Es así que el economista Oskar Lange propuso argumentos en defensa de estos ideales. Considerando las fallas en una economía de libre mercado señaladas por Marx, el rol del estado sería el de asignar los recursos de una manera eficiente y moral, casi determinística. El papel principal del economista acá fue el de diseñar una realidad, en lugar de entenderla. La respuesta ante estas posiciones, Boettke dirá, fue dada por F.A. Hayek, quien cuestionó a este ente planificador explicando que el proceso que lleva a un orden dentro de una sociedad no es trivial, sino que involucra una multitud de decisiones con señales de mercado que no pueden ser diseñadas. Los argumentos de Hayek no fueron suficientes para mostrar la repercusión de estos errores.


La evolución de estos tres casos identificados llevó asumir que la tarea del economista es la de desarrollar postulados que corregirán estas malas asignaciones, a costa de incorporar simplificaciones que resultan ideales para la aplicación de modelos económicos. De ninguna forma las aproximaciones matemáticas son inútiles en la materia, es más bien que dichas aproximaciones no pueden asegurar con certeza una realidad que resulta ser mucho más compleja de lo que se piensa. Y bajo ninguna razón decimos que la formación de futuros economistas debería estar excluida de formulaciones matemáticas, sino que más bien no debería estar excluida de un análisis no matemático, porque al final, entender que la realidad antes de planificarla resulta más importante. Boettke en este sentido nos dirá, “Los economistas… no inventaron la economía, sino que llegaron a su estudio con la economía ya en funcionamiento y se les asignó la tarea de proporcionar una comprensión filosófica de la práctica ya existente".


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